“El patio de Godella”: la canción de una generación

    Son pocas las canciones que logran marcar a una generación. No me refiero a aquellas que, como se dice ahora, “se pegan a nosotros”, las que nos persiguen y resultan agradables. Tampoco aludo con lo anterior a aquellas que yo definiría como “temazos”, esas que por su producción cosechan éxitos y nos acompañan en el viaje. Cuando escribo “marcar” quisiera describir con la mayor claridad posible el efecto que algunas pocas consiguen inspirar en lo más hondo de una persona, un sentimiento unívoco que queda insustituiblemente ligado a esa música en particular. Por eso mismo escribo “marcar”, porque hay canciones que no quedan para la memoria sino para el recuerdo, no para la descripción sino para la alusión.

    “El patio de Godella”, como es evidente a estas alturas del escrito es, en concreto, la pieza sobre cuya marca generacional voy a reflexionar. Sin embargo, para analizar el peso identitario de la canción, puramente contextual, me veo en la obligación de rechazar una descripción analítica sobre esta. Y es que un análisis musical, debido a la simpleza – que no simplicidad –, de la pieza tan solo desvelaría medias verdades sobre su significado. Así, aunque pueda sonar paradójico, la música de la canción no es lo verdaderamente relevante de esta.

    No obstante, tanto o más inútil e insustancial que el análisis musical me resulta el habitual comentario que se realiza respecto al patio de Godella. Este comentario, al que seguro que cualquiera familiarizado con la canción estará acostumbrado, resulta en una especulación sobre el origen de la composición. Así, son muchas las entradas de blogs o comentarios de Youtube y plataformas similares que especulan y exploran la web en busca de una autoría, de un origen lógico para definir y dar una respuesta a lo que sienten por la grabación. Mas toda la leyenda en torno al patio de Godella, que pareciera relacionarla con un tal Gamito, al que también se le atribuyen otras composiciones “quinquilleras” como “Con un porrito en la mano” o “Estoy entre una niña y el hachís” resulta, sin extrañar lo más mínimo a nadie, en una suma de adscripciones nacionalistas y regionalistas, cuando no socialistas o religiosas, al fenómeno de la canción; “que si Gamito era de Valencia, que si de Ponferrada, que si era amigo de su primo o vaya usted a saber”. Por ende, no profundizaré más en este tema puesto que sería contraproducente; pero si a ti te interesa – por lo que sea – aquí te dejo un link que te pueda servir para sumergirte en esa búsqueda, un tanto “conspiranoica”, del paradero de Gamito: 

https://www.yorokobu.es/elgamito/

    Y es que, en mi opinión, la figura legendaria de los autores de este tipo de piezas se da a conocer por medio de un boca a boca, cuanto menos, cuestionable, falto de pruebas y carente de la rigurosidad necesaria para llegar a una conclusión segura. De hecho, todas estas suposiciones y conjeturas derivan en un misticismo y una idealización sobre el origen de tal o cual composición que acaban por nublar lo que esta significaba en su contexto.

    Esa es la problemática real en torno a “El patio de Godella”: el hecho de que, no se debería buscar – en tanto se quiera comprender verdaderamente esa música – un contexto original para su significado. De esto modo, en vez de buscar un origen incierto, lo más cabal quizás sea reducir, o más bien amplificar el contexto.

    Seamos sinceros, nadie conoce “El patio de Godella” por otra cosa que no sea un móvil o un mp3, al menos en primera instancia. Así, la canción cobra sentido a la luz de los momentos y lugares en que, como toda música en realidad, se compartía y transmitía por medio de dos dispositivos de bluetooth cuando no de infrarrojos. Hablo de los botellones, de las fiestas del pueblo y de las noches en aquella terraza; del olor del campo mojado por la noche y del paseo que te tocaba dar para volver a casa con tus buenos 14 o 15 años – quién sabe – tras los que nadie sabría qué vendría y solo podías esperar y hacer una experiencia, por lo menos, llevadera y divertida del tiempo que el mundo te intentaba vender.

    Esto es “El patio de Godella”, el soporte para aquellas noches y esas fiestas donde no había nada seguro, la sintonía de aquellos primeros móviles de tecla que acercaban la tecnología a la vida de sus dueños y que en unos años pasarían a definirla sin solución ni objeto de causa. Es, por tanto, una canción que no importa tanto por su contenido como por su continente, es decir, por el medio en que se transmitía. Si nos paramos a pensarlo, se trata de un producto ejemplar de un arte posmoderno, cuya relevancia no reside en sus trazos sonoros o su autoría, sino en sus usos y funciones; en su modo de transmisión vinculado a soportes específicos y en su contexto de interpretación y escucha, eminentemente festivo y social.

    Quisiera terminar el escrito volviendo a identificar “El patio de Godella”, cuya versión más conocida es la que parece haber interpretado “La choli”, como una pieza marcadora. No demarcadora, puesto que no define nada, sino marcadora. Marcadora porque marcaba, porque sin que sus oyentes lo supieran, dejaba huella – y rastros – sin decir nada especialmente relevante. Porque nacía en aquel momento y aquel lugar en que se transmitía dejaba marca, porque no evocaba nada, porque ahora evoca todo; porque es la canción de toda una generación.

    Por todo eso, para el recuerdo, te dejo el enlace aquí abajo y ya si lo reproduces en un Nokia o un Ericksson, cosa tuya:

https://www.youtube.com/watch?v=yjnubmKT-nM

David Gallego Martín


Comentarios

  1. GitanitoDeLaPalmilla7 de mayo de 2021, 19:16

    Yo la tenia en mi sansun mini q recuerdos

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  2. Yo sí conocí el patio de Godella, es un centro de menores y las canciones "quinquis" ya sabemos todos cuales son.

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  3. Tu manera de redactar me hace recordar la manera de hablar de Germán el amigo de Fidel en la serie Aída xD

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  4. Es imposible terminar un texto tan rococó y relamido. Menos autofelaciones y más concinidad.

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