Lendakaris, muy, muy vivos

Fran Cea Photography
Excitación, euforia, complicidad, letras sarcásticas y oasis de sudor y condensación. Todo esto es lo que respiramos en el concierto de los Lendakaris el 21 de mayo en la Sala Porta Caeli de Valladolid. A pesar del - casi - lleno de la sala, asistimos a un espectáculo tan familiar y participativo como acostumbran a ser los bolos de la banda navarra.


Una de las principales influencias del grupo es la banda norteamericana de hardcore punk, Dead Kennedys, de cuyo single “Too drunk to fuck” hicieron su propia versión: “Demasiado ciego para follar”. Influencia que se hace palpable sin necesidad de ir más allá del propio nombre de la banda: Lendakaris Muertos.

Con su ya conocido comienzo sintonizando el himno de la URSS (con el que también pondrían fin al concierto), dieron pie a la que sería la presentación en nuestra ciudad de su nuevo disco: “Cicatriz en la Matrix”, lanzado este mismo año bajo el sello de la discográfica Maldito Records. "Señoras y Señores, nosotros tenemos más influencia con sus camellos que tú tienes, pero los queremos. Creado y drogado de los ángeles. ¡¡¡ Lendakaris Muertos!!!" – anunciaba su gps-chica.

Abrieron la actuación con el primero de los cortes de su elepé: “Tenemos a la pasma”. El público comenzó fuerte, saltando, gritando y hacia la mitad de la canción… ¡el primer pogo de la noche, caballeros! (“Van dos y se cae el del miedo”).

                                           Fran Cea Photography

Pusieron la guinda al punky-pastel al invitar a dos apuestos chavales de entre el público a subir al escenario para besarles cariñosamente en TODA LA BOCA (“¡Santísima Clandestrinidad!” –pensamos algunos). Y todo para introducir el último tema del disco: Urrusolo Sistiaga (apodado por la Ertzaintza como “El hombre de las mil caras”).

Con su punk gamberro, lleno de ironías, dobles sentidos y letras en clave de humor (bastante negro), hicieron disfrutar a lo grande a todos los allí presentes (menos a los fans de Paloma San Basilio, me temo).

Como buenos punks, musicalmente no se complican la vida. Precisamente ese sonido simple y desnudo invita a los oyentes a que presten toda su atención a lo que las letras dicen y cómo lo dicen; la música es un vehículo para llevar adelante un discurso, un mensaje que sin duda estos navarros consiguen hacer llegar. En definitiva, un conciertazo en “Modo Dios”, en modo legendario, del que sacamos una clarísima moraleja: si alguna vez lo hiciste, nunca más vuelvas a aplaudir en un avión, cabrón.




Long Play

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