CELEBRACIONES Y DESPEDIDAS: el Homenaje al abonado de la OSCyL


            Resulta paradójico hablar de celebraciones desde una especie de extraño retiro espiritual forzado que, a buen seguro, a su fin permitirá valorar en mayor medida muchas de las experiencias colectivas que con la rapidez con la que transcurre habitualmente nuestro día a día se suelen pasar por alto. Y si hay una experiencia colectiva que resulta además festiva por definición esa es, sin duda, el concierto. Nos referimos aquí además a una celebración por partida doble, en tanto en cuanto el décimo concierto de la temporada de la Orquesta Sinfónica de Castilla y León (OSCyL) homenajeó a los más de 4.000 abonados con los que cuenta ya la orquesta desde la presente temporada conmemorando el 250 aniversario del nacimiento de Beethoven con un monográfico sobre el compositor de Bonn.

            Pero no todo iba a ser positivo, la propia situación en la que se encuentra el país a consecuencia del COVID-19 ha forzado a la orquesta, al igual que ocurre con el resto de entidades del mundo de la cultura, a despedirse de su público hasta nuevo aviso, sin aclarar por el momento qué suerte correrá el resto de su temporada regular de conciertos. A esa despedida se suma además lo que era un secreto a voces en los últimos meses, días antes del concierto se hacía oficial que Andrew Gourlay no continuará subiéndose al podio de la Sala Sinfónica Jesús López Cobos como director titular, y en esas condiciones afrontaba el concierto en cuestión. A tal efecto, y en un giro de los acontecimientos no exento de polémica, será finalmente un consejo asesor quien se encargue de estudiar las posibles vías que se han abierto de cara a su relevo. No obstante, la Consejería de Cultura de la Junta de Castilla y León anunciaba en la misma nota de prensa que en la próxima temporada la formación contará únicamente con directores invitados, una circunstancia que ya se ha dado en anteriores ocasiones.



            Volvamos al Homenaje al abonado; el repertorio del concierto —compuesto por una obertura y una sinfonía en cada una de las partes— exigía mucho a los profesores de la orquesta, debido en gran medida a que el discurso musical de numerosos fragmentos interpretados se construye a través de motivos cíclicos perfectamente reconocibles (un modo de entender el discurso musical que influiría posteriormente a Berlioz , con su idée fixe, o a Wagner y su leitmotiv) que dejan al descubierto el entramado orquestal y no permiten a ninguno de los intérpretes parapetarse detrás de grandes masas orquestales propias de otros períodos que contribuyen en algunas ocasiones a diluir cualquier tipo de error técnico que no tendría mucho sentido poner aquí de relieve. El concierto comenzó bien, Gourlay y la orquesta hicieron descender al respetable fácilmente con Leonora en busca de Florestán, con un comienzo en el que las cuerdas sonaron oscuras y plenas. Los temas, que sintetizan a la perfección el carácter de la ópera a la que finalmente dejó de acompañar la pieza programada por la OSCyL, fueron expuestos con claridad y riqueza en los matices; quizá eso fue lo más destacado de la primera de las piezas propuestas, junto con la acertada intervención fuera de escena de un Roberto Bodí a la trompeta que es un valor seguro.

            La Sinfonía n. 8 en fa mayor, op. 93, segunda de las piezas programadas, nos dejó ver con mayor claridad una versión de Gourlay poco habitual en él que ya venía atisbándose desde la obertura, especialmente enérgico y abordando con gran intensidad en el gesto muchos de los pasajes. No obstante, esa casi excesiva energía que imprimió a la versión no terminó de funcionar en algunos momentos, posiblemente porque la partitura rezuma alegría y luminosidad en varios fragmentos que dibujan a un Beethoven completamente enamorado, a pesar de la profunda crisis existencial propiciada por su ya más que acusada sordera en el momento de la composición. No obstante, la versión fue buena, destacando ya en el primero de los movimientos la comprometida labor de una sección de cuerdas que respondió bien, en líneas generales, a la ingente cantidad de pasajes comprometidos a los que tuvieron que hacer frente durante el concierto. Destacaron en el Tempo di Menuetto tanto las trompas como Marius Díaz al violonchelo. Primó el efectismo en el Allegro vivace, que retoma el carácter inicial de la obra, más cercano al planteamiento que hizo el director de la misma, y que por tanto encajó mejor en la versión.

            La obertura de Egmont, primero de los diez números que contiene la obra y que se interpreta frecuentemente de forma independiente en las salas de conciertos, volvió a envolver la sala en el tono dramático con el que comenzó el concierto. No obstante, el carácter trágico de la misma no estuvo tan presente como la agitación. Con todo, la versión resultó fresca y puso de manifiesto que el planteamiento del director iba a resultar más efectivo en la última de las obras.

            El comienzo de una Quinta que, por unos motivos u otros, era esperado por todos los allí presentes, resultó accidentado en alguna zona, ¡y no lo digo por la orquesta! No hay un día en el que no se escuche el sonido de algún caramelo nada más comenzar un movimiento. Ni dadas las circunstancias actuales resulta menos molesto pensar en dicho ruido, y eso que forma ya parte de las anécdotas que nos brinda lo que en definitiva es la esencia de un concierto, una gran experiencia colectiva. La OSCyL respondió con solvencia al planteamiento del director en una obra en la que queda especialmente patente que tiene un número tan elevado de lecturas como de interpretaciones. El segundo de los movimientos, no estuvo exento del lirismo y el tinte melancólico por el que se caracteriza, destacando aquí especialmente las cuerdas en el registro grave, en especial con una sección de violonchelos que además se demostró más que solvente durante todo el concierto. No obstante, los tempi marcados en una versión de la sinfonía que en general fue algo más rápida que otras, empañaron en cierto modo el resultado de movimientos como éste. Para finalizar, y tras los característicos pasajes en estilo fugado del anterior, bien imbricados entre los contrabajos y el resto de las secciones de la orquesta, el concierto concluyó con un cuarto movimiento exultante que, aunque pudo ser más rico en matices, no por ello resultó menos triunfal. Se cerró así la noche con un ritmo vertiginoso que esperamos poder recuperar también en nuestras vidas lo antes posible, si los aplausos con los que el numeroso público premió el esfuerzo de la OSCyL suenan de nuevo pronto, será buena señal.

Pablo Nicolás




  

Valladolid. 5-III-2020. Auditorio de Valladolid. Sala Sinfónica López Cobos. Temporada de la Orquesta Sinfónica de Castilla y León. Orquesta Sinfónica de Castilla y León. Director: Andrew Gourlay.


PROGRAMA

PARTE I

LUDWIG VAN BEETHOVEN
(1770 - 1827)
Leonora n.º 3, op. 72b (obertura)

LUDWIG VAN BEETHOVEN
Sinfonía n.º 8 en fa mayor, op. 93
Allegro vivace e con brio
Allegretto scherzando
Tempo di Menuetto
Allegro vivace


PARTE II

LUDWIG VAN BEETHOVEN
Egmont, op. 84: Obertura

LUDWIG VAN BEETHOVEN
Sinfonía n.º 5 en do menor, op. 67
Allegro con brio
Andante con moto
Allegro, attacca
Allegro – Sempre più Allegro pìù stretto – Presto



Fotos propiedad de la OSCyL.


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