Corría
el año 1868; era en concreto un diez de abril, día de Viernes Santo. En la
Catedral de Bremen (Alemania) tenía lugar, no de manera “oficial”, el estreno
de un requiem muy distinto a los que se habían compuesto anteriormente, como
los de Victoria, Haydn, Mozart, Salieri, Berlioz, Bruckner, y posteriormente
Verdi, Fauré, Dvořák o Britten. Las singularidades de esta pieza responden a
los motivos que mostraré a continuación.
Las primeras noticias de la composición de
esta obra tienen lugar durante el bienio 1857-1859 y en el otoño de 1861 Brahms
ya había elegido los textos para una cantata en cuatro episodios. Se puede
decir que en esta etapa llevó a cabo los primeros esbozos. No obstante, el
detonante de la creación del requiem fue el fallecimiento de su madre en
1865. Esto hizo que se le reabrieran las
heridas causadas por la muerte de su gran amigo Robert Schumann, fallecido en
el verano de 1856. El musicólogo italiano Massimo Mila apunta que la “singular
meditación sobre la muerte -que es el tema del réquiem- y la concepción
silenciosa de esta obra se había extendido durante una decena de años, donde el
luto relacionado con la pérdida de su madre habría sido solo el elemento
desencadenante” (Mila, 1999). Una gran parte de esta composición fue creada en
Karlsruhe durante los primeros meses de 1866; sin embargo, fue finalizada en
Baden-Baden, en agosto de ese mismo año. El quinto movimiento fue incorporado
en 1868, tras la presentación de la obra en Viena.
Los requiem más grandes de la
tradición musical se basan en la liturgia católica romana, pero el de Brahms sigue
la concepción luterana, donde se atiene a algunos versículos elegidos aleatoriamente
de la Biblia alemana (de ahí que esta obra se llame requiem alemán). El
compositor recreó el texto bíblico de manera libre, y también se apoyó en
antiguos himnos eclesiásticos. El tema que subyace en estos textos transciende
toda la amenaza del castigo eterno.
En esta inmensa obra se muestra una de las conversaciones más personales con la muerte que se haya creado nunca por un artista. Para Brahms, el eje principal de la alegría era el “el éxtasis en el silencio”. Por lo que en el requiem la resignación de los afligidos y la paz de los muertos están representadas a través de acentos de una gran belleza para recalcar que un círculo natural comprende la vida y la muerte, el dolor y la entereza, el inicio y el fin. Donde el consuelo es la esencia del requiem brahmsiano.
El requiem alemán se subdivide – en la versión final – en siete episodios donde incorpora quince textos litúrgicos, que son los siguientes:
I. «Selig sind, die da Leid tragen» (San Mateo. V. 4)
II. «Denn alles Fleisch es ist wie Gras» (I. Pedro I. 24)
III. «Herr, lehre doch mich» (Salmo XXXIX. 4-7)
IV. «Wie lieblich sind deine Wohnungen» (Salmo LXXXIV. 1, 2, 4)
V. «Ihr habt nun Traurigkeit» (San Juan XVI. 22)
VI. «Denn wir haben hier keine bleibende Statt» (Hebreos XIII. 14)
VII. «Selig sind die Toten» (Apocalipsis XIV. 13)
A modo de resumen de esta inmensa obra cito la
siguiente frase del musicólogo y crítico musical alemán Alfred Einstein:
“No hay duda de que la consideración por parte de Brahms de los antiguos maestros, algunos de ellos anteriores a Bach y Haendel, es una característica de esta obra, característica que nos deja perplejos. Por otro lado, sin embargo, debemos admitir que este requiem es uno de los más impresionantes, de los más sugestivos en su forma de enfrentarse a la muerte, más grande y original en cuanto que Brahms no se basa en las formas litúrgicas tradicionales ni en las gregorianas”.
Para finalizar, me gustaría evidenciar que las razones de la elección de esta obra son, además de musicales, personales. La primera vez que escuché esta composición me impresionó de una manera especial no solo por salirse del “canon” de los réquiem sino por las imponentes intervenciones del coro, la profundidad de las voces solistas (soprano y barítono) y la orquestación.
Espero que este breve texto despierte el interés del lector por esta pieza. Para
ello, aquí dejo algunas recomendaciones para su escucha, así como el texto
traducido al español.
Fragmentos en vídeo con dos directores y una misma orquesta
Grabación realizada en el Grosses Festspielhaus de Salzburgo (Austria) el 24 de Abril de 1978 con Gundula Janowitz (soprano), José van Dam (barítono), Wiener Singverein, la Filarmónica de Berlín y Herbert von Karajan
Grabación realizada en el Musikverein (sede de la Filarmónica de Viena) (Austria) el 3 de Abril de 1997 con Barbara Bonney (soprano), Byrn Terfel (barítono), el Coro de la Radio de Suecia, el Coro de Cámara Eric Erison, la Filarmónica de Berlín y Claudio Abbado
Por Miguel Ángel González Hoyos
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