Película documental dirigida por el músico Miguel Saeta (Valladolid, 1977), bajista de la Banda Cañoneros, en la que hace un recorrido histórico y describe la evolución de la música local en Valladolid desde 1980 hasta 2019.
Se estrenó el 19 de abril del presente año en los cines Casablanca, permaneciendo en cartelera hasta el 13 de mayo – el último pase ha coincidido con las fiestas patronales - y dio un magnífico colofón cultural a las mismas, especialmente para los amantes de la música popular de nuestra ciudad, para todos los que hemos vivido en primera persona esta desconocida “Movida” pucelana y para los que quieran conocer a través de este sentido y necesario homenaje el “mundillo” musical de Valladolid de estas cuatro décadas pasadas.
A través de más de 50 testimonios de muchos de sus protagonistas y con una larga investigación previa comenzada en 2015, el espectador se encontrará con un relato colectivo de diferentes músicos locales de distintas generaciones, estilos y tendencias y que dividida en capítulos, nos relatarán el devenir histórico de la música popular urbana de nuestra ciudad. Una inédita “Movida” que nada tiene que envidiar a otras más conocidas como las de Madrid, Zaragoza o Granada y que ya, gracias a este documental, dejará de ser intrahistoria musical (término que describe el filósofo y escritor Miguel de Unamuno como lo que ocurre pero que no se publica en los periódicos y que está al margen de lo más conocido históricamente), para ser ya visible a un público que por desconocimiento o juventud no conocía y quiera acercarse a este fenómeno, ya que ahora con el paso de los años me doy cuenta – y doy gracias por ello- de que yo también fui testigo directo de esta época.
El documental comienza con el tema “Carla” de los Nadie, auténtico himno de la Movida Pucelana y está dividido en 5 capítulos que describen el inicio, la explosión, evolución, caída y supuesto revival actual (un espejismo pues el pasado es un sueño) de la música local y las causas que motivaron este desarrollo musical, a la vez que hace hincapié en su estrecha relación con los bares y con la política, invitándonos a reflexionar sobre ciertos aspectos de la industria cultural musical, las leyes y la influencia de las nuevas tecnologías e internet:
En los inicios en los años ochenta todo era novedad, la gente iba a los conciertos para escuchar música sin importar las etiquetas ni cómo se interpretara, el ayuntamiento apoyaba estas iniciativas y destacaron figuras como Armando (que fundaría la productora Armando Records en 1990), y grupos como Hombres azules, Bumpers, The Panteras, Doce Reflejo, Los Nadie, Automáticos, los inclasificables Buitres del Pisuerga y los originales Rosas en Blanco y Negro. También había una actitud punk con bandas como Disidentes.
En la explosión y evolución del fenómeno (fines de los 80 hasta finales de los 90) se podía tocar en los bares con una libertad hoy inimaginable y todo eran facilidades para hacer música y tocar en directo existiendo una cierta “ingenuidad” en la que todas las tribus urbanas compartían espacios, El bar Kaos y aglutinaba todo tipo de público, un público conformista que acudía en tropel a cualquier evento musical.
Existían salas como el Landó, Hippo y el Pigalle y más cultura musical que ahora, más ganas de escuchar música en vivo o grabada en cintas piratas con se conseguían en mercadillos como el de plaza de Cantarranas que luego se trasladó al barrio de la Rubia. Había ilusión en las distintas bandas y cierta sana competitividad y, aunque ahora solo se conozcan a Celtas Cortos y a Greta y los Garbo, la realidad era otra, pues había muchos buenos grupos (aunque no tantos como en la actualidad) pero paradójicamente existían muchos más sitios en lo que tocar y darse a conocer.
Un fenómeno relevante fue la organización de los músicos en un colectivo autogestionado que acabó cuando se perdió esa ingenuidad y aparecieron los egos y cuando mucho dinero empezó a abundar (estábamos en los tiempos en los que gobernaban los socialistas y la cultura del llamado “pelotazo”) con lo que no importaba traer a grupos como Héroes del Silencio para que tocasen en la plaza mayor apenas una hora con un caché que ahora sería prohibitivo.
También en los 90 hubo un cambio de tendencias ya que no todo era rock and roll y punk y así convivían sin ningún problema grupos e incluso tribus urbanas (aunque cada una tuviera su espacio predilecto) destacando bandas como Lagartos torraos, Los Higadillos, Triquel, Baikal, Los Miembros, CROM, Metal Sound, Talion, Crossbones, El Viaje de las flores, Metralla, Speed Fire, Otxoa y los Kastigadores, Crossbones, Halley, Los Substitutos e Imperativo Legal, y la relación con salas como Mambo, Asklepios y Subterfugio y bares como Metropol, El trastero, Testarrosa, la Rockería, el Lisboa, la Esquina, Master, El Borsalino y La Rayuela era total. En la actualidad la “Movida” en Valladolid, entendida como una simbiosis bares-conciertos, no es ni la sombra de lo que fue, pues ésta ciudad llegó a contar con decenas de bares en zonas bien delimitadas y no muy alejadas unas de otras.
Caída (años 2000-2005): La Calidad de las bandas fue en aumento, había más medios y más facilidades para la promoción, comenzaron a aparecer los blogs y páginas web como Valladolidwebmusical con la aparición de internet pero también apareció la llamada Ley del Ruido, una ley de espectáculos públicos impuesta por Bruselas y por la que, tras un cambio de gobierno, los conciertos fueron suspendidos y los bares que ofrecían estos conciertos fueron denunciados y multados con lo que la práctica desaparición de este fenómeno se materializó y se organizaron nuevas formas de performance como el llamado “micrófono abierto” donde se realizan los espectáculos en acústico. Esta parte de la historia musical de la ciudad bien puede titularse “Leyes, multas y silencio” y puede verse claramente como la política influye en la música: ella decide.
En la actualidad hay ciertas esperanzas en un supuesto revival del fenómeno pues los bares pueden empezar a programar, pero no es más que un espejismo, una sombra de lo que esta ciudad fue en la década de los 90.
En resumen, una película-documental altamente recomendable pues retrata de forma amena e inédita el fenómeno de la música popular urbana en estos 40 años en Valladolid: una ciudad fría pero caliente en lo musical.
Enlace del canal de Youtube: https://www.youtube.com/@documentalgeneraciones8096
Jose Manuel Sánchez Benito
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