Estoicamente han resistido Eva Amaral y Juan Aguirre, Amaral para los seguidores del pop rock español, a los envites de una
industria de la música en la que han compartido protagonismo con fenómenos tan diversos
como el fin de la supremacía del formato físico, el boom del primer OT, del
indie, de los festivales o de numerosas plataformas digitales, y ahí siguen, ¿impasibles?
Pues no, impasibles no es la palabra con la que uno puede referirse a la posición
que ha tomado el grupo con respecto a los rápidos cambios que se producen dentro
de la industria en la actualidad.
Precisamente en Salto al color
efectos electrónicos y sintetizadores dan un paso al frente y conviven aquí con
los instrumentos clásicos, restando protagonismo a unas guitarras que son buena
parte de la personalidad de todos los trabajos discográficos del dúo zaragozano;
lo peor es que aportan entre poco y nada en algunos temas, más allá de subrayar
un carácter bailable y festivo que a juzgar por las cifras parece haberles
permitido mantener una cierta repercusión sin caer en las redes del Auto-Tune,
todo un hito… Es precisamente la voz de Eva la que condensa en el disco gran
parte de la esencia de un grupo que busca seguir ganándose al gran público
aparcando la rockera oscuridad de Nocturnal y tratando de demostrar con
alegres melodías pop que puede uno remozar su sonido con cierta personalidad y
sin caer en las redes del Auto-Tune.
Eva Amaral en uno de los últimos conciertos de la gira Salto al Color,
antes del parón por la COVID-19.
Aviso a navegantes, el disco comienza con la
conocida cantiga de Martín Códax “Ondas do mar de Vigo” acompañada por ¿Carlos
Núñez? Carlos Núñez. Toda una declaración de intenciones que sirve de prólogo
para un trabajo tremendamente heterogéneo—electrónica,
flamenco, synth-pop, urban, folk gallego…— que trata de arrojar algo de luz a la
realidad actual con melodías positivas y decididas incursiones en el terreno
electrónico, con el que ya habían jugueteado de forma menos explícita en
trabajos anteriores. Paradójicamente, es precisamente esa diversidad que se
completa con la inclusión de instrumentos como la guitarra española o el ronroco
la que da cierta unidad al proyecto. “Entre la multitud” y “Señales” son los temas
que mejor ejemplifican la apuesta de la banda por el synth-pop en los últimos
años, condensando ese salto a colores brillantes que propone la banda y que se
traduce en guitarras hipnóticas que remiten por momentos a las propuestas de guitarristas
como Ali Farka Touré pero acompañadas por apuestas electrónicas de dudoso gusto
que restan personalidad a ambas canciones.
Más de lo mismo encontramos en “Juguetes rotos”, con la que
insisten en las texturas recargadas de temas anteriores, aunque plantea —por suerte— uno de los pocos momentos
verdaderamente destacables del disco desde el punto en lo que a la letra se
refiere. Cierran así el ciclo respecto a un tema que la banda ya había interpretado
en directo, con la aportación aquí del Diversity Youth Choir, integrado por
adolescentes en riesgo de exclusión social. También “Soledad” o el alegato
feminista “Bien alta la mirada” contienen un mensaje que trasciende el tinte
superficial de muchos de los temas, en una de las propuestas más pegadizas del
disco junto a “Mares igual que tú”, que contiene todos los elementos que han
hecho a Amaral sonar durante años en la radio de forma ininterrumpida:
estribillos pegadizos, riffs perfectamente reconocibles, melodías bien
construidas, Amaral en estado puro.
También encontramos elementos interesantes en otros temas del
disco, “Tambores de la rebelión” avanza con decisión gracias a la presencia de
una batería que no resulta difícil echar de menos en otras canciones, “Lluvia”
nos propone una instrumentación seductora que es de agradecer tras algún que
otro intento forzado de modernizar las bases y “Ruido” vuelve a demostrarnos la
enorme capacidad del grupo para crear melodías que han acabado por convertirse
en himnos de la popular y urbana, generando en muchos casos una extraña relación
de amor/odio que no te dejan nunca indiferente; y sí, hablo de “Son mis amigos”,
“Sin ti no soy nada”, “Como hablar”, y otros muchos. No te gustan, pero has acabado
cantándolos en alguna que otra ocasión...
Por otro lado, “Nuestro tiempo” deja por fin que escuchemos de nuevo las guitarras de Juan
Aguirre y “Peces de colores” nos da otro agradable respiro, con un sencillo arreglo
que subraya la capacidad de Eva para hacernos escuchar; escuchas porque tienes
que escuchar, porque te canta a ti. En un contexto en el que cada vez son menos
los grupos que pueden presumir de mejorar su sonido cuando se suben a un
escenario, Amaral hace alarde de un directo hercúleo, con una técnica y un magnetismo
que no está de más ver en alguna ocasión; en Valladolid, como en el resto de
ciudades, tendremos que esperar para ello. Su concierto en la capital del Pisuerga,
que estaba previsto para el pasado 14 de marzo, ha sido aplazado por el momento
hasta el 31 de octubre, COVID-19 mediante.
Portada de Salto al color, creada
por el ilustrador griego Charis Tsevis.
Publicación: 2019.
Compañía discográfica: 2019, Discos Antártida/Sony Music.
Temas:
01. ONDAS DO MAR DE VIGO
02. MARES IGUAL QUE TÚ
03. SEÑALES
04. NUESTRO TIEMPO
05. BIEN ALTA LA MIRADA
06. PECES DE COLORES
07. TAMBORES DE LA REBELIÓN
08. SOLEDAD
09. JUGUETES ROTOS
10. RUIDO
11. LLUVIA
12. ENTRE LA MULTITUD
13. HALCONERA
Imágenes: AMARAL y El erizo albino.
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