Jacob Collier es uno de los mejores exponentes actuales de lo que se ha llamado “arte total”. Londinense de nacimiento, saltó a la fama en el año 2013 de una forma muy convencional y a la vez muy propia de la tecnológica era de la posmodernidad: por medio de YouTube. Esta plataforma hizo en ese momento su magia gracias al talento que Collier había puesto en algunos arreglos y covers que subió a su canal personal. Desde Stevie Wonder hasta Gene Wilder, todo era originalidad con fundamento: armonías inusitadas, acordes que él mismo denomina crunchy en ese lenguaje desenfadado y naif que le caracteriza. Así, de la noche a la mañana, Collier encontró la fórmula perfecta para alcanzar la fama viral en internet, esa misma fama que el músico clásico muchas veces detesta. Porque sí, aunque no lo parezca, Jackie Collier, como él mismo se autodenomina, tiene una formación musical a la occidental envidiable.
Jacob Collier desciende de familia de músicos, y es en ese contexto donde se acercó por primera vez a esta disciplina de la mano de su madre. Su carrera comenzó en casa, en una habitación llena de instrumentos musicales de todo tipo, donde se grababa cantando y tocando en su mayoría versiones de estándares de jazz o canciones pop. En ese ámbito ha ido formando su estilo, basado en rearmonizaciones, disonancias y curiosos momentos donde utiliza la polirritmia y la microtonalidad. Todo ello sin perder la amplia base musical familiar. En una entrevista para Jazzwise en 2015, dijo: “Cantamos corales de Bach juntos en familia, es muy divertido”. Es más, dentro de un aburrido currículum Jacob Collier podría escribir nombres de instituciones musicales británicas tan prestigiosas como la Purcell School for Young Musicians o la Royal Academy of Music, donde estudió piano y jazz. Sin embargo, tras su viralización fue la leyenda del jazz Quincy Jones quien se puso en contacto con el joven músico para convertirse en su mentor.
Aun después de todo esto, la faceta más conocida y viral de Jacob Collier es la de un director de coro nada convencional. En los últimos años, ha llenado teatros, centros deportivos y algún que otro estadio con actuaciones musicales enérgicas en las que, entre otras cosas, convierte grandes audiencias en “megacoros” sublimes, dirigidos con simples movimientos de las manos y un estilo didáctico muy peculiar. Esto no es producto de un milagro, sino de la técnica. Aparte de su oído absoluto, condición fisiológica que le permite identificar un sonido sin ningún tipo de referencia previa, su capacidad multi-instrumental y su innegable carisma y energía, Collier tiene un rango vocal inusitado de algo más de cuatro octavas. De hecho, en una clase magistral en el Berkley College of Music de Boston, respondió a un estudiante que le preguntó por este tema: “Depende del día, me esfuerzo por resfriarme”, bromeó. “También me encanta levantarme temprano para probar notas graves. Normalmente puedo bajar a un re, y a partir de ahí cualquier sonido más bajo es solo suerte”.
Pero, sin duda, la más rica y productiva de sus facetas como músico es la de productor musical. A sus 29 años, Jacob Collier tiene ya en su haber seis premios Grammy y un sinfín de colaboraciones con cantantes, artistas, productores y grupos de primer nivel, desde Coldplay hasta Camilo, pasando por Olivia Rodrigo o Voces8, con una manera de hacer totalmente ecléctica que le ha catapultado a lo más alto de la música comercial. Su último proyecto discográfico, llevado a cabo en varias fases, es una recopilación de cincuenta canciones repartidas en cuatro CDs que ha titulado Djesse y en los que ha volcado toda su creatividad musical. No en vano, Collier ha participado en todas las etapas de producción de sus discos, desde la grabación hasta la postproducción: él mismo es su propio compositor, cantante, instrumentista y productor. La última fase de este proyecto, Djesse vol. 4, ha salido a la luz hace poco más de un mes, lo que le ha valido su último Grammy, recibido por In the Wee Small Hours of the Morning, un single fresco y actual que bien vale el reconocimiento recibido.
Y es que la forma de ser y de crear de este joven de 29 años conjuga una capacidad de comprensión teórica con una forma brillantemente sencilla de dividir conceptos en partes manejables, en píldoras de conocimiento. Como a él mismo le gusta decir, “la música es como la cocina: mezclas los ingredientes en un gran recipiente y a ver qué pasa. Experimentando encuentras lo que realmente te gusta y lo mantienes”.
David García Calvo
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